JUAN PABLO VITALI
Pasó lo que tenía que pasar. El gobierno de los Kirchner perdió las elecciones en la Argentina, unas elecciones que debió suspender para frenar la pandemia que alcanzó unos niveles que podrían haber sido evitados. Pero ya se sabe cómo son los políticos, y no sólo no se suspendieron las elecciones, sino que se ocultó la información. En una semana los casos subieron, de repente, de mil quinientos a más de cien mil, estimativamente claro, porque como no hay forma de constatar el tipo de virus de los infectados, se estima que casi todos los casos actuales son de gripe porcina.
El sistema sanitario tampoco estaba en alerta, y además de haber sido destruido todo lo posible y estar saturado por los inmigrantes ilegales de países vecinos, que lo utilizan como si fuera propio, no se había preparado para la emergencia. Y no porque el país no tenga la infraestructura ni el dinero necesario, pues ¿para qué, si no, son los 50.000 millones de dólares que los Kirchner se jactan de tener en las reservas?
Durante las elecciones legislativas del pasado 28 de junio, todo el mundo se miraba de reojo con desconfianza bajo las mascarillas. Eso sí, se respetó esa nueva costumbre tan tierna, que yo al menos no conocía, de aplaudir a quienes votaban por primera vez ¡Qué felicidad, votar por primera vez! Y el que votaba era un rostro anónimo bajo una mascarilla, sospechándose en el fondo que la epidemia, pandemia o como se llame, había sido minimizada por motivo de la elección.
Ahora los más conscientes están aislados, fraccionados, asustados, paralizados, desorientados, y los menos conscientes van expandiendo el virus de la pandemia. Eso queda a criterio de cada uno.
Es peor que en las películas. No aparecen héroes con trajes herméticos ni vacunas del último momento. Sabemos que murió gente, pero nadie sabe bien cuánta ni dónde. La gente no sabe si salir o no salir, todas son contradicciones, en primer lugar en todos los niveles del Estado, aunque hay que reconocer que muchos municipios y algunas provincias actuaron mejor que otras provincias y que el gobierno nacional.
No es que esté prohibido salir a la calle, pero cada cuál sale bajo “su responsabilidad”. Por lo tanto, las calles están bastante despobladas. Las vacaciones de invierno se han adelantado. Hay sectores de la administración pública que trabajan y otros que no. Recién ahora se está tratando de unificar mínimamente los criterios a nivel nacional. Pero ya es tarde. El fútbol, por supuesto, no se ha suspendido.
Internet es la única conexión con el mundo. Es Matrix, finalmente.
Lo que se dice en la televisión y en los medios no es algo a tener en cuenta, aunque algunos programas han sido más honestos que el gobierno, lo cual tampoco es particularmente difícil.
¿Es que no sabíamos que algún día iba a pasar? ¿Será una situación patrimonio de este lugar de Sudamérica? No creo. Tarde o temprano estas cosas pasan en todos lados. Quizá no exactamente éstas, pero sí otras parecidas. Los políticos son parecidos en todas partes. Son las bondades de la globalización.
Parece ser que un par de políticos también se han infectado con el virus (escribo virus y me corre un frío por la espalda), pero se han curado rápidamente: posiblemente cuenten con algún tipo de anticuerpos distintos que los nuestros, o quizá la asistencia haya sido inmediata y la medicación, que es otro enigma millonario, les haya llegado a tiempo y haya sido aplicada correctamente. Aunque repito, tampoco existe estadística ni certeza sobre los resultados de la medicación.
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