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jueves, 25 de febrero de 2010

CAMARADA EDUARDO BERTOGLIO, ASESINADO POR LA ESCORIA COMUNISTA:¡PRESENTE!


EL NACIONALISMO ARGENTINO EN SU HISTORIA DE LUCHA SIN DESCANSO CONTRA LOS TRAIDORES Y LOS DIFERENTES IMPERIALISMOS PUEDE OFRECER ORGULLOSO Y LIMPIAMENTE SUS MÁRTIRES AL PUEBLO ARGENTINO.
EN ESTA OPORTUNIDAD NOS TOCA HOMENAJEAR MODESTAMENTE AL CAMARADA
EDUARDO ÁNGEL BERTOGLIO ,INTEGRANTE DEL MOVIMIENTO NACIONALISTA TACUARA, ASESINADO POR BALAS COMUNISTAS EN LA NOCHE DEL 24 DE FEBRERO DE 1964.
EN ESA NOCHE Y EN EL SALÓN DE CERVECEROS DE LA CIUDAD DE ROSARIO, NUESTRO MÁRTIR
PARTICIPABA JUNTO A CAMARADAS DE OTRAS ORGANIZACIONES EN UN PLENARIO SINDICAL DE LA CGT QUE EVALUABA UN PLAN DE LUCHA A SEGUIR.

COMO EL COMUNISMO, ENEMIGO DEL VERDADERO TRABAJADOR, BUSCABA COOPTAR LAS BASES TRABAJADORAS, Y CONTANDO CON CIERTA COMPLICIDAD DEL GOBIERNO RADICAL DEL MOMENTO,
DISPUSO QUE SUS "ELEMENTOS DELINCUENCIALES" IRRUMPIERAN VIOLENTAMENTE EN DICHO ENCUENTRO GENERÁNDOSE, ENTRE OTRAS COSAS, UN INTENSO TIROTEO QUE TUVO COMO A UNA DE SUS PRINCIPALES VÍCTIMAS MORTALES AL CAMARADA BERTOGLIO, QUIÉN FUE ULTIMADO LUEGO DE ACABAR SUS CARTUCHOS.
NO OBSTANTE ELLO, LOS " SUB HUMANOS COMUNISTAS" LE SIGUIERON PROPINANDO COBARDES
"PATADAS" Y "PALAZOS" AL CUERPO DE BERTOGLIO.

CABE RESALTAR QUE EN LA MENCIONADA JORNADA TAMBIÉN CAYERON VÍCTOR MILITELLO Y EDUARDO GIARDINA, DIRIGENTES SINDICALES PERONISTAS Y ANTI COMUNISTAS.
A CONTINUACIÓN REPRODUCIMOS LA CARTA QUE ENVIARA JOSÉ IGNACIO RUCCI AL SECRETARIADO REGIONAL DE LA CGT CON MOTIVO DEL TRASLADO DE LOS RESTOS DE EDUARDO BERTOGLIO

"Ruego a usted y demás miembros de ese secretariado sean portadores de mi adhesión personal al traslado de los restos del compañero Ángel Bertoglio caído bajo las balas asesinas de los sucios bolches. Nos consta que los personeros del inmundo trapo rojo, desde hace 17 años se han complicado con la reacción antipopular en el deleznable esfuerzo de evitar que los argentinos retomemos el camino de una auténtica revolución con el sentido nacional. Así los hemos visto abrazados con los gorilas en la Constituyente de Santa Fe para derogar nuestra Constitución. Así los vemos hoy recorriendo el país para conformar «intersindicales» en franca conjura con el gorilaje. De nada les valdrán sus rastreros procedimientos, por la sencilla razón de que los trabajadores argentinos hemos adquirido un alto grado de conciencia que responde a los supremos intereses de nuestra patria, que nos permite rechazar las inmorales actitudes de esos mercenarios de la política internacional. Nada ni nadie logrará torcer el futuro venturoso de los trabajadores argentinos, que nos sentimos grandes protagonistas del actual proceso que se simboliza en el sable libertador del General San Martín, en el flamear de los ponchos montoneros de don Juan Manuel de Rosas y se enaltece con la doctrina cristiana y justicialista que tiene en la insigne figura del general Juan Domingo Perón a su ilustre creador y ejecutor. Pues entonces vaya para el compañero Angel Bertoglio el solemne homenaje de quien como él ha hecho un culto por la lucha y el triunfo del pueblo, dentro de un marco de la más absoluta nacionalidad, donde sólo exista como enseña patria nuestra bandera azul y blanca y una nación de los argentinos y para los argentinos. Ángel Bertoglio, paz en tu tumba".


Firmado José Ignacio Rucci."


CAMARADA EDUARDO ÁNGEL BERTOGLIO,
QUE EN CUMPLIMIENTO PERFECTO DE TU SERVICIO PARA CON EL NACIONALISMO ELEGISTE CAER POR LA ARGENTINA , EN ESTA NOCHE QUE VIVE LA HISTORIA PATRIA NO TE OLVIDAMOS Y TE DECIMOS QUE HEMOS DECIDIDO SEGUIR TU EJEMPLO DE ENTREGA COTIDIANA POR LA PATRIA, LA JUSTICIA Y EL PAN DEL PUEBLO ARGENTINO.

DESCANSA EN PAZ QUE NOSOTROS SEGUIREMOS LA LUCHA SIN CUARTEL CONTRA LA ESCORIA COMUNISTA Y LA HIPOCRESÍA CIPAYA LIBERAL.

¡EDUARDO BERTOGLIO:¡PRESENTE!

¡ARRIBA ARGENTINA!



viernes, 19 de febrero de 2010

miércoles, 17 de febrero de 2010

lunes, 15 de febrero de 2010

16 DE FEBRERO DE 1835: CRIMEN DE "FACUNDO"


"En montoneras creció.La Patria fue a defender.
Era Facundo Quiroga peleando en su Rioja que lo vio nacer."


"...Pero Quiroga quedó candente en la historia¡Fuerza y valor!


El día del crimen, antes de que su galera salga de la posta del Ojo de Agua, Facundo pasea lentamente frente al rancho. Está de buen humor porque hace mucho tiempo que no puede caminar así sin que el reumatismo lo mortifique. Habla con el doctor Ortiz, mas sin darle lugar a que vuelva a prevenirle sobre los peligros que los esperan. Observa al maestro de postas mientras ata los caballos a la galera. Asiste serenamente, con una serenidad que no es propia de su temperamento, a todos los preparativos de aquella andanza, que ha de ser la última de su vida. Ve cómo se acomoda el postillón que va en el tiro; observa al niño que los acompaña; a dos correos que se han reunido por casualidad y al negro que monta a caballo para acompañarlo. Sube a la galera, haciéndose preceder por el doctor Ortiz, lo que quizá por primera vez acontece, y luego sube él, casi ágilmente, como si repentinamente se hubiese curado. La galera se pone en marcha.

Desde este momento, desde que el maestro de postas pierde de vista a la galera, nadie sabe nada de lo que acontece con los ocupantes de aquélla, puesto que todos mueren unas horas más tarde, y los dos hombres que han de sobrevivir por haberse retrasado, viajan fuera de ella.

La galera cruza por Macha, sin que sus ocupantes sospechen que poco antes acaba de pasar por aquí Santos Pérez, que el maestro de la posta está en el secreto de todo, y que ahí se encuentra Roque Juncos, soldado de las milicias cordobesas que los espía para prevenir a su jefe de la llegada de Facundo.

En Macha recogen a un correo, luego pasan por Sinsacate y finalmente se aproximan a Barranca Yaco. El tiempo es caluroso, sofocante y una tormenta se anuncia como algo inevitable.

Penetran a la parte en que el camino se enangosta, como si los montes que lo rodean tratasen de estrangularlo. Y es precisamente aquí donde la galera de Facundo se detiene, porque el postillón acaba de escuchar que alguien grita, fuertemente, y por dos veces consecutivas.

- ¡Alto! ¡Alto!

Se produce un extraño silencio, un silencio que dura solamente segundos, pero que parece eterno.

¿Qué ocurre? ¿Por qué se detiene aquí la galera de Facundo? ¿Quién se atreve a gritar, ordenando que se detenga?

Una hora antes, cuando Quiroga permanece aún en la posta, el soldado Roque Juncos llega a la carrera hasta el lugar donde se encuentra Santos Pérez y le previene:

- Han quedado ensillando los peones de la galera.
- ¿Qué dicen los que vienen? -pregunta aquél.

El soldado cuenta que el doctor Ortiz le dice al maestro de postas, mientras ambos se pasean frente a la galera, que los Reinafé los han querido hacer matar, que se han salvado milagrosamente.

Santos Pérez piensa que quizá hayan tenido noticias de lo que se les preparaba en el Monte de San Pedro, pero pronto lo olvida para entregarse a los preparativos del ataque. Distribuye su partida de treinta y dos hombres en tres grupos a lo largo del camino de Barranca Yaco. Avanza al Norte y se ubica él cola sus hombres probados. En rumbo opuesto, al Este de la carretera, coloca al teniente Figueroa, y más allá, sobre el costado del Oeste, al alférez Cesáreo Peralta, escalonados todos a una cuadra de distancia. En los extremos norte y sur establece guardias, con orden de matar a cualquier persona que transite. Nadie se mueve sin orden de Santos y nadie sabe lo que va a ejecutarse, pues lo único que él les dice, al clasificar a los grupos y tomar las posiciones, es esto:

- Vamos a sorprender un tráfico que viene, de orden del gobierno y del coronel Francisco Reinafé. Al que se muestre cobarde yo mismo lo fusilaré. A la voz de mando cargarán las tres emboscadas.

En ese momento aparece por el camino el correo Luis María Luegues, especie de vanguardia de Facundo. Santos Pérez lo hace detener y manda que lo internen en el monte con centinela de vista.

La gente permanece en sus puestos hasta que, a las once de la mañana, se escucha hacia el norte el ruido de un vehículo y el del galope de algunos caballos. Poco después aparece la galera de Facundo en el comienzo de un recodo. Es en este momento cuando Santos Pérez se cruza en el camino y grita:

- ¡Alto! ¡Alto!

En seguida, al advertir que la galera se detiene, vuelve a gritar, pero ahora dirigiéndose a sus hombres:

- iMaten, carajo!

Los integrantes de las tres emboscadas avanzan rápidamente y descargan sus armas sobre la galera. Se escuchan los gritos de los conductores y auxiliares de la diligencia, que resultan heridos. En este momento Facundo asoma la cabeza por la ventanilla de la galera y alcanza a gritar, mientras hace fuego:

- ¡Eh! No maten a un General...

Son sus últimas palabras, porque Santos Pérez, que acaba de verlo, descarga sobre él su pistola. El tiro, certera o casualmente, da en el rostro de Facundo; le penetra por el ojo izquierdo y lo mata en el acto.

Así muere, casi sin darse cuenta de que lo matan, sin que le den tiempo de seguir aterrorizando con el bramido de su voz, el vencedor de "El Puesto"; el héroe que derrota y desarma a los veteranos del glorioso Regimiento 19 de los Andes; el vencedor de Lamadrid en "El Tala" y "Rincón de Valladares"; el vencido por Paz en "La Tablada" y "Oncativo"; el hombre que conquista la llanura y llega a dominar la región andina partíendo de Buenos Aires con trescientos ex presidiarios, y 150 vagos; el vencedor de "La Ciudadela"; el caudillo cuyo poder inspira tanto terror, que inclusive lleva al terreno del crimen a sus enemigos más encarnizados. Su cabeza queda colgando hacia afuera, desde la abierta ventanilla de la galera, mientras un hilo de sangre corre por su rostro.

Desde el momento en que Facundo cae muerto, todo lo demás es fácil. Santos Pérez penetra a la galera y atraviesa el pecho del doctor Ortiz con su espada, en el mismo momento en que aquél grita:

- ¡No! ¡No es preciso esto!

Santos Pérez llama al sargento Basilio Márquez y le ordena "despenarlos". En este momento, Quiroga, que ya está muerto, "recibe un golpe en la cabeza y un puntazo de cuchillo en la garganta. Su secretario, moribundo, es degollado".

Inconmovible ante la sangre que corre, Santos Pérez le ordena a Mariano Barrionuevo, señalando a los aterrorizados peones:

- A ésos llevenlos al monte.

"Les atan las manos atrás, les alzan en ancas de los caballos, y en dos grupos los internan a cuatro cuadras del camino". Un momento después aparece el asistente Flores y le consulta:

- Señor Capitán. Dice el sargento Barrionuevo si fusila a los presos o qué clase de muerte les da.

Santos Pérez se dirige al alférez Peralta, que está allí esperando órdenes al frente de su partida.

- Vaya, alférez; dígale que los degüelle a todos.

Entre los lamentos de los ajusticiados se escuchan las súplicas del postillón, un niño de 12 años, llamando a su mamita! El soldado Benito Guzmán le pide a Santos Pérez que perdone al chico, miembro de una familia amiga.

- No puedo, por ordenarlo así mis jefes responde Santos Pérez.

El soldado Guzmán insiste hasta que lo hacen callar de dos balazos. No muere en el acto, sino al cabo de una semana. Pero no se le permite confesar para que no revele aquel secreto.

Barrionuevo y Peralta son los encargados de los degüellos. Y no paran hasta que mueren todos, inclusive el postillón de doce años.

Sacan la galera delcamino, borran las huellas y se dedican al saqueo: "A los muertos se les despoja de las ropas útiles; se vacía el interior de la galera y el noque, y se bajan los baúles de cuero de la zaga delantera. El mismo Santos Pérez los abre. Extrae dos vejigas con treinta y cuatro onzas de oro y las guarda en su tirador. Encuentran una bolsa grande, con 382 pesos fuertes, en monedas de a ocho y cuatro reales y distribuye tres pesos por soldado. Al Alférez Peralta le obsequia con treinta y ocho, y cien le entrega al teniente Figueroa, para "contentar a su gente". Figueroa sólo le da un peso plata a cada soldado, mientras que Santos Pérez les dice:

- Esta gratificación en dinero se la doy yo. El gobierno ha de mandar mil pesos que ha ofrecido.

Se reserva los baúles y algunos objetos de valor que encuentra en el fondo del noque: una pava, tres cucharas y una jarra de plata, un yesquero y botones de oro, el reloj y cadena, los sellos y armas del General, una valija de cartas y papeles manuscritos. Las ropas usadas, en cambio, las distribuye entre su tropa. Terminada la tarea, Santos Pérez les muestra a sus soldados el cadáver de Quiroga y les dice de quién se trata. Los soldados tiemblan. No habían podido siquiera imaginarse que era a él a quien mataban.

Abandonan el lugar sin enterrar los cadáveres, dejándolos cubiertos de manchas rojas. Pero esa noche, al estallar la tormenta que amenazaba, la lluvia torrencial lava la sangre. Así termina en Barranca Yaco el 16 de febrero de 1835.

Cuando llegan a Los Timones, Santos Pérez disuelve a sus soldados, recomendándoles no usar todavía las ropas de los difuntos, y luego agrega:

- Mañana se presentarán en mi casa del Portezuelo a entregar las armas y caballos que son reyunos.

Al teniente Figueroa lo envía a Tulumba, para que informe al Comandante Reinafé, quien le contesta:

- Han hecho bien. Han cumplido con la orden.

Algunos días después también Santos Pérez llega hasta Tulumba para visitar al comandante Guillermo Reinafé. Lo acompaña el soldado Cándido Pizarro, que le sirve de asistente. Todos parecen convencidos de que el crimen quedará impune, que la pesadilla de un Facundo amenazante ha desaparecido sin dejar rastro de ninguna clase. Se distribuyen "los beneficios de la operación". En su visita a Tulumba, Santos Pérez le entrega a Guillermo Reinafé "el par de magníficas pistolas fulminantes de propiedad del General, un poncho de vicuña y seis onzas de oro". Después le informa detalladamente sobre la realización del crimen. Le asegura que nadie ha escapado, entre quienes iban con Quiroga.

"¿Nadie? parece preguntar Guillermo Reinafé, convencido de que la vida de ellos pende de tal secreto.
"Nadie", responde Santos Pérez, moviendo la cabeza.

También informa que más tarde distribuirá siete pesos a cada uno de los hombres de su partida, haciéndole la aclaración de que les paga por cuenta del gobierno, en cuya representación procede. Guillermo Reinafé aprueba la conducta de Santos Pérez, lo elogia, lo felicita, y como si nada importante se hubiese tratado allí, agrega, indiferentemente:

- Ya sabe, amigo, que el domingo venidero hay grandes carreras en San Pedro. Corre el famoso rosillo de Bustamante y un lobuno de Urquijo, traído de Santiago. No falte que usted tiene que ser el juez de raya.

Hablan como si lo ocurrido fuese a olvidarse en el transcurso de un lapso muy breve. Pero al día siguiente todos se sobresaltan. ¿Quién ha puesto, durante la noche, nueve cruces sobre el lugar que sirve de escenario al crimen? Imposible averiguarlo. Pero a partir de ese día, durante mucho tiempo, las cruces se encargan de señalar el sitio donde se desarrolla una tragedia, sobre la que se siguen tejiendo leyendas en nuestro tiempo.

"Los viajeros detienen el galope de sus cabalgaduras dice el doctor Ramón J. Cárcano, evocando el episodio , y paso a paso, mirando con recelo el espeso bosque cruzan la Barranca de las nueve cruces, la cabeza descubierta, orando por los muertos. La tragedia se reproduce en la imaginación del caminante. Quiroga, Ortiz y su servidumbre; los Reinafé, Santos Pérez y su partida.



FUENTE: LA GAZETA FEDERAL


"CAUDILLO TU SANGRE NOBLE NO SE HA PERDIDO EN LA TIERRA.
TU PONCHO TREMOLA SIEMPRE..."


CUANDO LA PATRIA DIGA : ¡AHORA YO!

Una esperanza inmensa llena nuestra alma. Los que hemos tenido la dicha y la gracia de beber en el seno de nuestra madre, junto con la leche nutricia, la fe en Dios, teníamos que confluir, como un solo hombre en la solución de los males que tiene la Patria. No es necesario ser sabio, para ver donde esta mal.
Los pueblos como el nuestro jamás apostatan. Quienes los llevan por falsos derroteros son sus dirigentes, los mismos que no tienen empacho en elevar una oración pública a la Eucaristía , mientras en la realidad del gobierno, transigen con todas las componendas, sin que tengan siquiera a su favor, el pretexto de una postura política circunstancial.

Quienes llevan a los pueblos a su derrumbe, a su ocaso, son las fuerzas tenebrosas que dominan su vida espiritual, su vida económica, su vida social. Quienes hacen de pueblos libres, pobres pueblos esclavos, son el liberalismo, el capitalismo y el marxismo.

El liberalismo , porque en la raíz misma en su esencia, no es sino la rebelión del hombre contra su creador.

El capitalismo , porque en su forma más directa, es la confabulación siniestra de los intereses económicos y materiales, sobre los derechos esenciales del hombre; ser libre, con un alma inmortal y un fin sobrenatural.

El marxismo , en fin, en sus múltiples manifestaciones, porque es el odio fomentado con un celo satánico, por quienes tienden, no a la justicia social, al bienestar del pueblo, y al reinado de la Verdad , sino al fin de la sociedad cristiana. Al reinado del Anticristo.

Era, pues, a nosotros, a quienes tocaba, en estas horas, señalar el fondo mismo de los males argentinos. Si muchos han andado a tientas, tanto tiempo, no fue sino porque abjuraron de su deber; si muchos han demorado en plegarse a nuestras filas, es porque les ha faltado el coraje para comenzar desde el principio. Ahora son millares y millares de argentinos los que encontraron la vieja luz que no se extingue. Ahora son millares y millares, los argentinos que han jurado, como aquel otro desengañado de los hombres mortales y pasajeros , “no más servir a Señor que se me pueda morir”.

La Patria no muere, amigos. Todos los que van contra la Patria , son nuestros enemigos. Y todos, si está en nuestras manos, perecerán o pereceremos nosotros.

Esta es la demanda. Esta es la lucha en que estamos empeñados. Y que sólo concluirá con un triunfo y con una derrota. Y yo les aseguro, como si lo estuviera tocando con estas manos, que el triunfo es nuestro, absoluto, total, irrevocablemente nuestro.

ENRIQUE P. OSÉS



¡PRESENTE POR LA PATRIA!




sábado, 13 de febrero de 2010

TU MISMO

Nada hay bajo el sol que no tenga solución,
nunca una noche venció a un amanecer



martes, 9 de febrero de 2010

¿...Y QUÉ ES LA PATRIA, TATA?

Y... esto, el rancho, el arao, las cenizas de tu mama, tu padre por ahí cosechando, el corral vacío, el hacha, los que están del otro lao; nuestros hermanos de raza. Y pa´ un viejo como yo, vos mi nieto, vos mi nieto sos mi Patria!

Los ojos se le nublaron y una lágrima pesada buscó la boca del mate, como pa´entibiar el agua...

Abrazándose al anciano, creció el niño en la palabra, cuando dijo:
No llore, por favor no llore, tata. Sabe? para mí, usted y este rancho son mi Patria! Y si algo quieren quitarme y si alguno me la ataca, por sus lágrimas le juro, antes que llegue la carta; yo voy a morir peleando!
yo voy a morir peleando por defender a mi Patria!!"


"Tu virgen corazón vibra de saña,
de Santa Saña porque no tuviste
lo que pidió tu amor cuando naciste
de la patria, una idea y una hazaña"



ALIANZA SOCIAL PATRIOTICA

miércoles, 3 de febrero de 2010

CASEROS, DERROTA NACIONAL


El 21 de noviembre de 1851 se firmó en Montevideo el tratado de alianza entre el imperio del Brasil, Entre Ríos (con Corrientes como agregada) y el Estado Oriental, para llevar la guerra contra la Confederación, bajo la máscara de una cruzada contra el “dictador argentino”.


Conviene recordar las cláusulas de este tratado, cuya mención suele omitirse por explicables escrúpulos.


Después de fundar su acuerdo en declaraciones y los preparativos bélicos del gobernador de Buenos Aires, los firmantes declaraban solemnemente no llevar la guerra a la Confederación sino a su gobierno y convenían luego la forma de la colaboración. La iniciativa de la guerra se atribuía a los estados de Entre Ríos y Corrientes, reservándose el Brasil y la Banda Oriental el papel de “meros auxiliares”. Además del aporte militar, ya mencionado, el Brasil se comprometía a financiar la campaña, mediante la entrega de cien mil patacones mensuales, al seis por ciento de interés, durante el término de cuatro meses, más todo el material de guerra que le fuese solicitado y que se consideraría como empréstito adicional. Urquiza debía hacer reconocer esa deuda, en efectivo y armamentos, por el gobierno futuro de la Confederación; mientras tanto, ella quedaba a cargo de Entre Ríos y Corrientes, las cuales daban “desde ya” en hipoteca, como garantía de su pago, todas sus rentas y territorios de propiedad fiscal. Por el artículo VIII se establecía que el Ejército Imperial permanecería (sin fijar término) ocupando la Banda Oriental, para responder a cualquier requisición de Urquiza; pero se agregaba expresamente que podría trasladarse al teatro de la guerra por su propia decisión, aunque dicha requisición no se produjese: es decir, que se le dejaba la puerta abierta. Por el artículo IV se ratificaba el compromiso de conceder la libre navegación de los ríos y por el XX volvía a reconocerse la independencia del Paraguay. Se trataba, como se ve, de un convenio leonino, con todas la ventajas para el empresario.

A cambio de la ayuda extranjera para su empresa interna, Urquiza renunciaba a derechos inherentes a nuestra soberanía y precipitaba la desintegración de la patria. Brasil ganaba el territorio paraguayo librado a su influjo, la ocupación sine die del Uruguay, el libre acceso por nuestra vías fluviales a su provincia del Mato Grosso y un derecho real de hipoteca como acreedor privilegiado sobre todos los recursos de dos provincias argentinas. Mucho más, por cierto, y con un riesgo mínimo, de lo que hubiese podido esperar de una guerra victoriosa.
Ese tratado debía permanecer, por supuesto, secreto (art. XXI), para evitar la oleada de indignación que habría provocado su publicación anticipada, poniendo en peligro el éxito de los confabulados.

Inicio de las operaciones

Urquiza inició enseguida sus operaciones. Después de concentrar sus fuerzas en Gualeguaychú, se movió hacia el Paraná y lo cruzó, sin encontrar la resistencia que esperaba por el lado de Santa Fé. El gobernador de esta provincia, general Echagüe, en efecto, al no recibir los refuerzos que había solicitado, resolvió batirse en retirada para unirse al grueso del ejército de Rosas. Casi sin obstáculos, Urquiza pudo proseguir su marcha sobre Buenos Aires y llegar al Arroyo del Medio a mediados de enero. En San Lorenzo le había desertado en masa, matando a su jefe, la división de Aquino, fuerte de 600 hombres, para pasarse al ejército de Rosas.
Salvo una escaramuza, en los campos de Alvarez, con un destacamento de las fuerzas del coronel Lagos, jefe del departamento del norte, el ejército aliado pudo conseguir sin inconvenientes su camino sobre la capital. Se había impuesto, en los consejos de guerra de Rosas, la táctica de concentrar todas las fuerzas en el campamento de Santos Lugares para resolver la contienda con una batalla decisiva.

Con todo ello, no se había presentado en el campamento de Urquiza ni un solo hombre de Buenos Aires, mientras que de aquél desertaban continuamente muchos para incorporarse al del Restaurador. Las “Memorias” del general César Díaz –jefe de la división oriental del ejército aliado- nos dan un preciso testimonio del estado de poblaciones. Parece que el mismo Urquiza se impresionó por la frialdad con que lo recibieron en Pergamino y en Luján y manifestó dudas sobre la legitimidad y la oportunidad de la empresa en que se había lanzado, aunque tratando de cohonestarla con el pretexto de la “organización nacional”. La popularidad de Rosas –afirma el autor- “era tan grande o tal vez mayor de lo que había sido diez años antes”. Todavía en la víspera de la batalla –el 1º de febrero- 400 hombres más abandonaron el ejército aliado para plegarse al de Santos Lugares.

Hay un problema de Caseros que sigue sin solución y es el referente a las relaciones de Rosas con el general Pacheco, que por su prestigio militar y su cargo en el comando de Santos Lugares, era el jefe indicado para organizar la batalla decisiva. No obstante ello, renunció en las vísperas, fundándose en el hecho de haber asumido Rosas personalmente la dirección de la campaña.

¿Desconfió Rosas de Pacheco? ¿Hubo motivos para tal desconfianza? Parece seguro que aquél desaprobó una maniobra de su subordinado, al abandonar la defensa de Puente Márquez, en lugar de hacerse fuerte allí; y es posible que, en las circunstancias en que se encontraba, haya atribuido esa retirada a un súbito enfriamiento de la fe o a un debilitamiento de la voluntad. Se explica así su decisión de asumir personalmente el comando. Como también se explica la reacción de Pacheco, que fue natural en un hombre de honor al sentirse sospechado: tanto más valiosa cuanto que arrostraba con ella el disgusto del Restaurador, en momentos decisivos fue, con todo, una más en el cúmulo de circunstancias desgraciadas que decidieran la caída de Rosas y el fin de la Confederación.
¿Habría sido otro el resultado de la batalla, de haber comandado Pacheco las fuerzas argentinas? Sólo Dios lo sabe.

A fines de enero, las tropas aliadas se encontraban ya a la vista de Buenos Aires, defendida por su ejército veterano. Rosas convocó a un junta de guerra en la noche del 2 de febrero, a la que concurrieron el general Pinedo y los coroneles Chilavert, Díaz, Lagos, Costa, Sosa, Bustos, Hernández, Cortina y Maza. Se decidió dar la batalla al día siguiente.

El ejército de Urquiza estaba constituido por los contingentes del litoral, al que se había sumado la flaca pero activa legión de los emigrados; por la división oriental, en la que pululaban los extranjeros, y por la brasileña, animada del odio atávico y ansiosa de lavar la humillación de Ituzaingó. En la función de boletinero del ejército y vestido con un raro uniforme de coronel francés, venía el ya celebre polemista don Domingo Faustino Sarmiento. En la artillería, un joven coronel que hacía versos malos y se llamaba Bartolomé Mitre. Ambos futuros presidentes de la República habían allegado a Gualeguaychú en un barco de guerra brasileño y habían sido presentados y recomendados por el comandante brasileño al general Urquiza. Las fuerzas aliadas alcanzaban a 24.000 hombres.


El ejército de la Confederación, animado por la voluntad de defender una vez más el honor y la integridad de la patria contra la agresión extranjera y sus cómplices, alcanzaba a 22.000 hombres -12.000 de caballería y el resto infantería— pero muchos eran bisoños, sin ninguna experiencia de guerra. Sus 60 cañones viejos casi no tenían munición.


El choque se produjo el 3 de febrero en las inmediaciones del Palomar de Caseros. La batalla comenzó a las nueve de la mañana y terminó al comenzar la tarde. Rosas, herido en una mano de un balazo, se alejó acompañado de un auxiliar. Bajó un ombú situado en Hueco de los Sauces (actual Plaza Garay) redactó su renuncia que encomendó a su ayudante, quien inmediatamente la hizo llegar a la Junta de Representantes. Luego, cubierto por un poncho, durmió —llevaba tres noches en vela— una hora. A las cuatro de la tarde llega a la embajada inglesa; esa misma noche, con el auxilio de Manuelita, el embajador inglés Gore lo convence de la necesidad de refugiarse en el buque de guerra Centaur, anclado en la rada. Rosas lo hace finalmente y junto con algunos miembros de su gobierno navega, días después, hacia el exilio en la nación que él mismo, años atrás, obligara a agachar su altivez imperial ante la denodada defensa de la soberanía argentina.

El 20 de febrero las tropas vencedoras de Urquiza, Caxias y Márquez de Souza entraron en Buenos Aires y desfilaron por sus calles.

Llevaría mucho espacio analizar el trasfondo y las circunstancias en que se desarrolla la traición de Urquiza, no a Rosas sino a la Patria. Pero si tratásemos de adoptar una actitud pragmática, podríamos echar un vistazo a las consecuencias de Caseros y determinar así las “bondades” de la actitud del general en jefe pasado al enemigo que debía enfrentar.

Consecuencias de la Batalla de Caseros

1) Pérdida definitiva de la Misiones Orientales (territorio de igual superficie que la provincia de Entre Ríos), que correspondía por derecho a la Argentina y se cedió con motivo de los pactos firmados por Urquiza al entrar en alianza con los brasileños.

2) Ridícula renuncia a la soberanía sobre nuestros ríos interiores, regalando vilmente lo que se había conseguido luego de tantos años de bloqueo y sangre argentina derramada. Esto se realiza a través de la sanción de la Constitución Nacional y bajo el influjo del pensamiento alberdiano de que había que abrir nuestros ríos a la “civilización” (conceptos inexistentes en todo otro lugar de la tierra).


3) Derogación de la Ley de Aduanas (primer acto de gobierno de la administración que sucede a Rosas). Esto significó la ruina de la naciente industria nacional y la entrega de nuestro mercado interno al poder económico predominantemente inglés. A partir de allí recorreremos un acelerado camino hacia un sombrío destino de colonia económica británica.

4) Endeudamiento externo a favor del Brasil, ya que después de Caseros se reconoce como deuda de la Confederación (es lo que Urquiza había firmado con el Imperio) los fondos facilitados para financiar la campaña contra Rosas.

5) Abandono de la firme política exterior llevada adelante por Don Juan Manuel, conocida como “Sistema Americano”, es decir la unidad de las naciones americanas para enfrentar la prepotencia de los países europeos, puesta en practica en forma triunfante durante los bloqueos sufridos por la Confederación.

6) Transformación de la antes altiva Confederación en un mero apéndice de la diplomacia anglo brasileña, provocando primero el abandono a su suerte de la hermana república del Uruguay que caerá bajo la total dependencia político económica del Imperio esclavista. Trama completada casi una década después con la completa destrucción del Paraguay, último freno a la voracidad territorial del Brasil. Destrucción a la cual no solo no nos opusimos, como debimos oponernos por lasos de histórica hermandad en la lucha contra el enemigo histórico, sino que participamos del crimen al ser parte de la alianza que arrasó la tierra guaraní. Nunca mejor puesto el nombre de “Guerra de la Triple Infamia”.

7) Pasar de ser un país antiesclavista (Don Juan Manuel tenía gran ascendiente sobre las comunidades de africanos residentes en Buenos Aires) a ser gendarme del Imperio, al firmarse tratados por los cuales se comprometía a la Confederación a deportar a todo esclavo que se escapara hacia suelo argentino en busca de la libertad que la mismísima Constitución Nacional establecía al abolir para siempre la esclavitud.

¿Puede alguien honesta y seriamente alegar que el resultado de Caseros benefició a la Nación Argentina?

Cada uno tendrá su respuesta, LA VERDAD SIEMPRE ES ÚNICA.

Fuente:REVISIONISTAS.COM

¡ARRIBA LOS VALORES HISPANICOS!

BENDITA SEAS, SI, BENDITA SEAS...