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lunes, 4 de enero de 2010

LAS DOS CARAS DE LOS 70

Por RICARDO PALMA
Desde facho, que es la palabra comodín con que la izquierda rococó nacional discrimina al que piensa distinto, hasta el rimbombante título de “servicio”, me he acostumbrado a escuchar muchos despropósitos.
Palabras huecas, vaciadas ya de cualquier contenido, pero con el que un mínimo sector combativo se nutre, para hacer lo que mejor sabe y más le gusta: descalificar.
La izquierda rococó, parasitaria por definición, es sin duda una izquierda amanerada en sus formas, aburguesada en su vivir, e intolerante en su discurso. Y hace muchos años, desde que sus proyectos utópicos de socialismo con humanidad murieron tras varios aquelarres históricos de feroces dictaduras, ha mutado en estos pagos de gentes enamoradas del subdesarrollo, hacia la cultura del reviente.
Ese es su último refugio, desde donde da patética y feroz pelea. Una pelea que es feroz, sí, y es feroz porque la izquierda rococó pelea una pelea imbécil de nunca acabar. Así, necesita siempre de fanáticos enfurecidos, que ante el menor desliz de la razón, puedan a la voz de “áura”, agarrarse a las trompadas.
La pelea de la izquierda rococó es así, violenta y contradictoria, porque es una pelea contra sus propias contradicciones. Quiero decir, la pelea de la izquierda rococó no es nunca una pelea superadora. Es siempre la pelea hacia la división. Sencillamente, porque carece de todo proyecto sustancioso. Siempre es la pelea por el NO.
Ahí sí, en el ME OPONGO, uno encontrará siempre a la izquierda agrupada en el sinsentido. Nuestra izquierda rococó anda embanderada siempre en banderas ajenas, y sin son minoritarias, pues mucho mejor. Es más chic estar con los pocos. Aunque los pocos sean los travestis de los bosques de Palermo.
Por eso siempre encontraremos a nuestra izquierda rococó envuelta en reivindicaciones patéticamente contradictorias.
A los pibes, con los que la izquierda desde siempre se ha nutrido para rápidamente vomitarlos como carne de cañón, los mandan al frente de cualquier parodia suelta que cualquier minoría proponga en la calle. Mochilita al hombro, barba tipo Chehuevada, crenchas ensortijadas, remerita con estrellas cinco puntas y un discurso de latiguillos a repetición. Hay un corte de calle de maricones reivindicando el poder ir a misa en sunga… y ahí va la izquierda rococó en apoyo. Protestan los Mapuches en la Patagonia, y ahí va la izquierda rococó a apoyar la lucha del pueblo originario chileno.

Y esta semana pudimos apreciar la pelotuda contradicción de nuestra izquierda rococó, que desde que los Kirchner gobiernan este país, han tomado posición en todos los estratos de Poder, para poder ejercer cómodamente el socialismo, desde un pisito en Barrio Norte, o desde una chacrita con pileta climatizada en la Ruta 12.
Primero fue Ricardo Alfonsín, dirigente Radical. El hijo del ex presidente Raúl Alfonsín propuso una obviedad del sentido común: “La política de derechos humanos de este gobierno es parcializada. Tendría que enjuiciar también a los terroristas que cometieron crímenes y que combatieron nuestra democracia”.
Luego, desde el Pro, el partido amorfo que regentea el tibio Mauricio Macri, el ex embajador Diego Guelar propuso una Amnistía amplia para los militares argentinos que combatieron al terrorismo en los años 70. Con esta Amnistía, el asesor del PRO intenta que “los argentinos podamos dar finalmente una vuelta de página en la historia, y pensar hacia el futuro.”
Pues bien, la izquierda rococó saltó desorbitada a oponerse. Se oponen a lo uno y a lo otro. Se oponen por naturaleza a todo lo que pueda unir y apoyan por conveniencia a todo lo que pueda desunir.
Nuestra izquierda rococó tiene el complejo de minoría en carne viva. Y lo salvan con mucha militancia. Lo que no pueden aún, es esconder su intolerancia.
La izquierda rococó argentina no soporta al que piensa distinto. Eso sí, siempre el “facho” y el intolerante es el otro.

Durante todos estos años ejerciendo el periodismo, he podido contactarme con muchas víctimas del terrorismo en Argentina, ese terrorismo que la izquierda rococó se niega a juzgar. Tienen sus razones, claro, muchos de esos terroristas están hoy en sus filas. Y casi todos están en el gobierno de los Kirchner.
He estado con muchos… con Arturo Larrabure, al que el grupo terrorista ERP le secuestró a su padre durante más de un año, y lo torturaron y lo asesinaron y lo congelaron y luego lo tiraron en una zanja… con José María Sacheri, a quien también el ERP le mató a su padre vaciándole un cargador en la cabeza cuando estaba con su familia en el auto volviendo de misa… con Maby Picón de Viola, a quien los terroristas argentinos le mataron a su marido, a su hija de 3 años y le hirieron a su otra hija de 7... Con los Barrios, a quien Montoneros les mató a su hijo Juan de 3 años, en un atentado donde acribillaron a un policía y lo prendieron fuego mientras agonizaba… con los Dal Bosco, familiares del Ingeniero Reinaldo Dal Bosco, quien fue ejecutado junto con su custodio a la salida de su casa y frente a sus esposa y a sus hijos en una calle de Adrogué… con María Victoria Paz, a cuyo padre, un importante ingeniero de Tucumán, los Montoneros lo emboscaron a la salida del aeropuerto y le dispararon más de 20 tiros por la espalda, su agonía duró 20 días… con Martha Moyano, esposa de Roberto Moyano al que mataron un triste mediodía en el bar de la esquina de la fábrica donde trabajaba en la ciudad de La Plata… con Agustina Sarlenga, que a su padre lo mataron los Montoneros el primer día de trabajo en la empresa Béndix. Lo pusieron contra la pared, y como ese día su jefe no estaba, los terroristas le dijeron “mala suerte, entonces te toca a vos”. Él tenía tenía 32 años, Agustina, apenas uno… con Silvia Ibarzábal, a su padre lo secuestraron durante diez meses, lo torturaron y lo ejecutaron de un tiro en la cara mientras estaba maniatado y drogado adentro de un armario… con Gonzalo Fernández Cutiellos, cuyo hermano murió defendiendo nuestra democracia en la recuperación del Cuartel de La Tablada, atacado por un grupo terrorista entrenado en Nicaragüa… con Anita Lucioni, que perdió a su papá en manos del ERP, lo acribillaron por la espalda cuando esperaba un colectivo en la esquina de su casa… con Mercedes Rivadeneira, esposa de Miguel Angel Castrofini, un abogado al que mataron con una lluvia de balas por la espalda cuando esperaba el colectivo frente a su casa, mientras Mercedes lo despedía con un beso…
La lista no es infinita, pero tampoco es una lista que necesita mentir un número enorme, en nombre de la “verdad”. No señor. La lista de los argentinos muertos por el terrorismo que asoló nuestro país en los 70, supera en un poco los 1.500 nombres y apellidos. Otra lista similar engrosa la tragedia… es la lista de casi 2.000 argentinos que quedaron con heridas, o mutilados.
Todos tienen una hermosa cosa en común: Han sabido perdonar. Saben que sólo así se puede seguir hacia adelante.
Poco a poco se alzan las voces de la pacificación.


Va llegando el momento de elegir.

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