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lunes, 9 de julio de 2012

AL SOLDADO DESCONOCIDO DE LA INDEPENDENCIA*




Desconocido pero eterno,
su ser descansa en nuestro amor agradecido
Y en el fervor de nuestras almas
su corazón está callado pero vivo

Aunque las sombras lo rodean,
su luz conforta nuestra fe con su martirio
Y aunque el silencio lo aprisiona
su voz agranda nuestro amor con su heroísmo
Nada sabemos de su rostro,
nada sabemos de su nombre y su apellido
Nada sabemos de sus pasos,
nada sabemos de sus gestos y sus gritos
Pero sabemos con certeza
que su valor fundó la patria en que nacimos


Que por el nombre de la patria
perdió su nombre silencioso y escondido
Que ya desnudo de su nombre,
se confundió con sus hermanos argentinos

Y que, por todos sus hermanos,
entró con gloria y con honor en el olvido
Dormido estaba en lo más hondo de nuestro pueblo,
como el germen en el surco
Pero en su noche presentía

la luz del día jubiloso de su triunfo
Vivía oculto en el silencio,
sin otro mundo que su abismo ciego y mudo
Sin otro espacio que su sueño fundamental,
sin otro tiempo que el futuro


Hasta que oyó la voz de un río
que resonaba en lo más hondo del terruño
Y que con lágrimas de sangre
le revelaba el sufrimiento de los suyos
No bien oyó la voz aquella,
se libertó de su prisión, fuerte y fecundo
Y atravesando las tinieblas
buscó la luz que lo esperaba en este mundo
Al ver el sol de la bandera,
tuvo conciencia de su vida y de su rumbo
Y hacia el fulgor celeste y blanco
pudo crecer, abrir su flor y dar su fruto


Despierto al fin al fin sobre su tierra,
sintió la gracia de su fe libertadora
Y, confundido con su pueblo,
formó con él un gran océano de gloria
En la marea que subía
se fue perdiendo con amor, como una gota

Y entre las olas que se alzaban
halló la fuerza de sus aguas redentoras
Unido al mar que lo ceñía,
cubrió las penas de su patria dolorosa
Y, rebasando las montañas,
se derramó sobre las llagas de las otras

Mientras las olas se extendían,
fue levantado por el viento de la historia
Y, desde el fondo de las aguas,
llegó sin voz a lo más alto de las olas
Cerca del sol que lo llamaba,
miró la luz con su mirada fervorosa
Después brilló sobre las aguas,
y se deshizo en blanca espuma de victoria

Envuelto en sombras y en olvido,
volvió callado al seno augusto de su tierra
Y desde entonces
es fuente de su valor y la raíz de su nobleza


Él es el ser que nos preserva del deshonor,
tanto en la paz como en la guerra
Él es el ser que nos inspira
la voluntad de la justicia y la grandeza
Suya es la fuerza que nos une,
suya es la sólida virtud que nos sustenta

No hay cosa nuestra que no viva
del manantial de su virtud y de su fuerza:
Él es quien cuida los rebaños
innumerables como el mar y las estrellas
Él es quien siega las espigas,
para cubrir con nuestro pan la tierra entera
Él es el viento que nos habla
de libertad en las llanuras gigantescas
Él es el sol que nos alumbra
y el cielo azul que nos ampara en la bandera
Su voz de hierro está dormida

sobre clarines y tambores apagados
Y el brillo ardiente de sus ojos
vive perdido entre las sombras de los años
La resonancia de su pecho
sólo palpita en nuestros pechos inflamados
Y el sordo ritmo de sus venas
sólo perdura en el fervor de nuestras manos

Nadie se acuerda de su rostro,
nadie se acuerda de su nombre solitario
Nadie se acuerda de sus gestos,
nadie se acuerda del sonido de sus pasos

Pero ninguno de nosotros
ha de olvidar su ejemplo invicto y soberano
Ni la grandeza de sus hechos,
ni el heroísmo silencioso de sus actos

Por algo somos herederos
de la virtud en que su honor está fundado
Por algo somos argentinos,
por algo somos para siempre sus hermanos.

*El Soldado, Francisco Luis Bernárdez, Poemas Nacionales 1949

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