lunes, 28 de noviembre de 2011
domingo, 27 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
MALEVO:¡YO NO TE OLVIDO!
Era un héroe popular y los de su naturaleza no pueden terminar sus días en prisión, ni llorar ante sus verdugos, no pueden sufrir pasivamente afrentas e ignominias de seres miserables, deleznables y cobardes.
Expresión genuina de mi tierra, de mi pueblo, supo luchar cabalmente contra la delincuencia, no era liberal y en algún momento cumplió debidamente con su deber de enfrentar a la subversión marxista, simpatizaba profundamente con el nacionalismo.
Era mucho más valiente y tenía mejor pureza almática que la gran mayoría de militares enjuiciados por la subversión.
Hijo de santiagueña, era "EL MALEVO" y no podía ser privado de su libertad y sufrir escarnio por parte de cobardes que ahora reivindican hoces y martillos sangrientos.
Quedan pocos valientes como él, ahora abundan los cobardes de distinto pelaje...
Malevo: porque fuiste bravo entre los bravos, héroe popular en tiempos de cobardías, francas y solapadas, y porque no sos mito ni leyenda, sino HISTORIA, ¡YO NO TE OLVIDO!
Adamantius
" 'Olé, olé, olé, olé, Mario, Mario', gritaban las cerca de 2.000 personas que despidieron los restos de Mario Oscar 'Malevo' Ferreyra.
La fosa en la que fue depositado el ataúd con el cuerpo de Ferreyra fue cavada junto a la cruz mayor del cementerio. 'Así le tocó en suerte, porque hacemos las tumbas siguiendo la línea. Yo cavé la fosa y lo pongo en un paz descanse a un ser humano que era amable con la gente grande y con la chica' (sic), dijo Nicolás Concha, el empleado de la Comuna de los Pereyra que cavó la sepultura.
El coche que trasladaba a Ferreyra se detuvo a una cuadra del cementerio. No faltaron manos que llevaran el cajón hasta la fosa. Ex policías, vecinos de la localidad, amigos y familiares aportaron sus fuerzas. Desde la puerta del cementerio y hasta la tumba, el resto de las personas formaron un túnel humano por el que pasó el ataúd, albergado por aplausos y banderas argentinas. "
lunes, 14 de noviembre de 2011
miércoles, 9 de noviembre de 2011
MARTIN FIERRO Y LA GENERACION DEL 80
Por Marcelo Sánchez Sorondo
José Hernández y la vida de José Hernández están detrás de su poema. No existe en otros casos una relación tan marcada, tan nítida, entre la zaga humana del autor y el desarrollo parabólico de su obra. Pero tampoco hay ejemplo de una absorción semejante de la personalidad de aquél en virtud de la trascendencia adquirida por ésta.
Hernández quedó, pues, literalmente atrapado por la fama de Fierro con la cual consiguió rehacer su personalidad política. Por eso, no es posible despojar a Fierro de las significaciones que descubre la odisea de Hernández. Y por eso, también, no puede dejar de leerse, como en un palimpsesto, esa versión escondida bajo el texto del libro que sugiere la vida de José Hernández.
Hay en esta vida dos estadios que se ajustan conceptualmente con las dos fases del poema separadas por la torva bacanal indígena cuyo asunto constituye el término —la última Thule— de La Ida aunque literalmente se inserte como introducción en La Vuelta.
El primero de esos estadios hernandianos comienza con el eco de los estampidos de Caseros y después de insistentes avatares termina con la presidencia de Avellaneda. Todo esto en la traslación política de La Ida aparece transfigurado por simbolismos paralelos. El gaucho Martín Fierro se publica en el intervalo que media entre los contrastes iniciales de López Jordán, cuando Hernández ya había sido arrollado con él en Ñaembé aunque faltaba todavía que pusieran a precio su cabeza junto a la del último caudillo.
La segunda etapa de la vida de Hernández se desenvuelve a partir de su reinstalación definitiva en Buenos Aires. Al retorno del último exilio en Montevideo, queda atrás el periplo andariego que lo alojó en Paraná, Corrientes y Rosario.
Para Hernández, que fuera de Buenos Aires, no encontró su senda, ha llegado el momento de entenderse con Adolfo Alsina cuyo partido le ofrece, si no la reconciliación explícita, al menos la apertura a la concordia. Es el tiempo de La Vuelta, de la sabia recordación, abundante en consejos.
Hernández llega de lejos porque —la frase es de Julio Costa— viene de la adversidad. Ha cumplido treinta años y perseguido, desde sus mocedades, ese país que se va. Años de intransigencia en el sí sí, no no de los fines y de pobreza franciscana en los medios. El torneo, como ciertos desafíos, ha sido desigual, mas el campeón, que tiene la fuerza de un hércules de feria, conservará intactas sus reservas.
En realidad, durante esa fiesta brava, que terminó con un doble ostracismo, el político se conserva indemne, en latencia virtual, al verse insensiblemente desplazado por el hombre de acción. El triunfo de Avellaneda palanqueado por Alsina y, sobre todo, la derrota de Mitre en el comicio y en el campo de batalla exoneran a Hernández del peso de sus antecedentes de personaje marginado y hasta facilitan su acceso a la carrera de los honores.
En Abril de 1876, se incorpora al partido autonomista y no acompaña ya en su tercera y última salida a López Jordán; antes bien, en su meditación de conciencia ha resuelto abandonar definitivamente la estrategia del valor desesperado, del todo o nada cuya apuesta libera a los genios de la "suerte reculativa" —maravillosa expresión de Fierro— para reconciliarse, en cambio, con la política cómo arte de lo posible.
No ha renunciado a sus convicciones ni alterado su tendencia; sólo que no querrá insistir en estrellarse contra la pared. El 3 de Marzo de 1879, se incorpora como diputado a la Legislatura porteña. Reelecto en el 80, ocupará al año siguiente una banca en el Senado provincial. Y será senador—el senador Martín Fierro— hasta su muerte, ocurrida el 21 de Octubre de 1886. (...)
La repercusión del libro
Martín Fierro —el libro— repechado por el eco y el oleaje de su acogida multitudinaria cuyo estruendo llegaba a los salones más discretos y atildados, vino a ratificar la existencia de una genuina y válida —para todos— literatura nacional.
Había sido escrito a contramano de la marcha del país, a contramano de los refinamientos y sensibilidad en boga entre los corifeos de las tertulias políticas y literarias del 80. Frente a quienes prestaban su imaginación para mecerse al compás del progreso indefinido o para soñar en deliquios inefables con la última entrega del romanticismo europeo, Hernández enérgico y tozudo se planta con su Martín Fierro y ofrece una radiografía de la vida local.
El asombro con que la Gran Aldea lo recibe no era debido a la circunstancia de que el protagonista fuese un gaucho, puesto que la literatura gauchesca había derramado ya mucha tinta. Era otro el motivo. sustancial: ese gaucho protagónico abandonaba el terreno de la fantasmagoría pintoresquista y ciertamente inofensiva en que hasta entonces lo situaron para avanzar con paso vivo sobre el aquí y ahora de nuestra realidad.
Con la materia con la que otros compusieron entremeses folklóricos, variaciones de sainete, como un "divertissement" amable alrededor de un indolente cuadrito de costumbres, Hernández redacta un Yo acuso formidable cuya resonancia en el alma argentina perdurará siempre.
En Fierro, en la persona de Fierro, Hernández encarna las cualidades de la patria vieja: su vigor ascético, su valor inmenso, soberano, de criatura primitiva, cercana a los, días de la creación. Fierro, el trashumante Fierro, que se había hecho matrero y se esfumaba en los caminos sin apostadero del Desierto, era ese mismo crisol de la raza criolla, esa misma patria que se desangraba perseguida por los agentes y las consignas de la llamada “civilización”.
Así, pues, con tal diseño, impregnado de realismo al punto que el lector en semejante travesía intelectual compromete sus cinco sentidos, las figuras del poema adquieren una veracidad patética, que trasciende la anécdota costumbrista y adquiere, como lo vio (Leopoldo) Lugones, la orquestación de una epopeya. Fierro crece ante la posteridad y deviene el símbolo que arranca tenazmente del olvidó a la nación prístina donde cabalgaron en su guerra a muerte unitarios y federales.
Como no es literato sino trovador, como no tiene una joyería de palabras sino el secreto de la imagen, Hernández presenta directamente al pueblo su gran metáfora de la tierra madre lastimada en sus raíces y marcada a fuego, el sistema político que autorizo el genocidio de la plebe gaucha sin respetar el señorío natural de su índole ni el abolengo que le prestaba su condición de heredera de los soldados de la Independencia.
Revista Todo es Historia, Octubre de 1981.
domingo, 6 de noviembre de 2011
EVITA
En mi país lo que estaba por hacer era nada menos que una Revolución. Cuando la "cosa por hacer" es una Revolución entonces el grupo de hombres capaces de recorrer ese camino hasta el fin se reduce a veces al extremo de desaparecer. Muchas revoluciones han sido iniciadas aquí y en todos los países de] mundo. Pero una Revolución es siempre un camino nuevo cuyo recorrido es difícil y no está hecho sino para quienes sienten la atracción irresistible de las empresas arriesgadas. Por eso fracasaron y fracasan todos los días revoluciones deseadas por el pueblo y aun realizadas con su apoyo total.
Un día me dijeron que era demasiado peronista para que pudiese encabezar un movimiento de las mujeres de mi Patria. Pensé muchas veces en eso y aunque de inmediato sentí que no era verdad, traté durante algún tiempo de llegar a saber por qué no era ni lógico ni razonable. Ahora creo que puedo dar mis conclusiones.
Sí, soy peronista., fanáticamente peronista.
Demasiado no, demasiado sería si el peronismo no fuese como es, la causa de un hom- bre que por identificarse con la causa de todo un pueblo tiene un valor infinito. Y ante una cosa infinita no puede levantarse la palabra demasiado.
Perón dice que soy demasiado peronista porque él no puede medir su propia grandeza con la vara de su humildad.
Los otros, los que piensan, sin decírmelo, que soy demasiado peronista, ésos pertene- cen a la categoría de los "hombres comunes". ¡Y no merecen respuesta!
Unos pocos días al año, represento el papel de Eva Perón; y en ese papel creo que me desempeño cada vez mejor, pues no me parece difícil ni desagradable. La inmensa mayoría de los días soy en cambio Evita, puente tendido entre las esperanzas del pueblo y las manos realizadores de Perón, primera peronista argentina, y éste sí que me resulta papel difícil, y en el que nunca estoy totalmente contenta de mi.
De Eva Perón no interesa que hablemos. Lo que ella hace aparece demasiado profusamente en los diarios y revistas de todas partes. En cambio, si interesa que hablemos de "Evita"; y no porque sienta ninguna vanidad en serlo sino porque quien comprenda a "Evita" tal vez encuentre luego fácilmente comprensible a sus "descamisados", el pueblo mismo, y ése nunca se sentirá más de lo que es ... ¡nunca se convertirá por lo tanto en oligarca, que es lo peor que puede sucederle a un peronista! Yo sé que cuando ellos me critican a mí en el movimiento, lo que en el fondo les duele es la Revolución.
Perón y Perón cumplirán con su pueblo.
Mientras eso pueda ocurrir, ellos no volverán.
Por eso tratan de destruirme.
Saben también que no trabajo para mí, no me verán jamás buscando una ventaja personal y eso los excita.
Desearían verme caer en el egoísmo y en la ambición, para demostrar así al pueblo que en el pueblo me busqué a mí misma. Saben que así podrían separarme del pueblo.
No entienden que yo en mis afanes no busco otra cosa que el triunfo de Perón y de su causa por ser el triunfo del pueblo mismo. Ni siquiera cuando me acerco a los que trabajan o a los que sufren lo hago buscando una satisfacción egoísta de quien hace algún sacrificio personal. Yo me esfuerzo todos los días por eliminar de mi alma toda actitud sentimental frente a los que me piden.
No quiero tener vergüenza de mí ante ellos. Voy a mi trabajo cumpliendo mi deber y a dar satisfacción a la justicia.
Nada de lirismo ni de charlatanerías, ni de comedias nada de poses ni de romances. Ni cuando entro en contacto con los más necesitados podrá decir nadie que juego a la dama caritativa que abandona su bienestar por un momento para figurarse que cumple una obra de misericordia.
Del mismo Perón, que siempre suele decir: "el amor es lo único que construye% he aprendido lo que es una obra de amor y cómo debe cumplirse. El amor no es -según la lección que yo aprendí- ni sentimentalería romántica, ni pretexto literario. El amor es darse; y "darse" es dar la propia vida. Mientras no se da la propia vida cualquier cosa que uno dé es justicia.
Cuando se empieza a dar la propia vida entonces recién se está haciendo una obra de amor. Para mí por eso descamisado es el que se siente pueblo. Lo importante es eso; que se sienta pueblo y ame y sufra y goce como pueblo, aunque no vista como pueblo, que esto es lo accidental.
Un oligarca venido a menos podrá ser materialmente descamisado pero no será un des- camisado auténtico. Aquí también me declaro enemiga de las formas según lo establece la doctrina peronista.
Para mí, los obreros son por eso, en primer lugar, descamisados: ellos estuvieron todos en la Plaza de Mayo aquella noche. Muchos estuvieron materialmente; todos estuvieron espiritualmente presentes.
No todos los descamisados son obreros, pero, para mí, todo obrero es un descamisado; y yo no olvidaré jamás que a cada descamisado le debo un poco de la vida de Perón.
En segundo lugar, ellos son parte integrante del pueblo; de ese pueblo cuya causa ganó mi corazón desde hace muchos años. Y en tercer lugar, son las fuerzas poderosas que sostienen el andamiaje sobre cuyo esqueleto se levanta el edificio mismo de la Revolución. El movimiento Peronista no podría definirse sin ellos.
Soy sectaria, sí. No lo niego; y ya lo he dicho. Pero ¿podrá negar alguien ese derecho? ¿Podrá negarse a los trabajadores el humilde privilegio de que yo esté más con ellos que con sus patrones? ¿Si cuando yo busqué amparo en mi amargo calvario de 1945, ellos, solamente ellos, me abrieron las puertas y me tendieron una mano amiga?
Mi sectarismo es además un desagravio y una reparación. Durante un siglo los privilegiados fueron los explotadores de la clase obrera. ¡Hace falta que eso sea equilibrado con otro siglo en que los privilegiados sean los trabajadores!
EVITA, LA RAZON DE MI VIDA.
LAS BALAS PASAN, MUSSOLINI QUEDA
"LAS BALAS PASAN, MUSSOLINI QUEDA"
-Cuando un filósofo finlandés me rogó recientemente que le diese en una frase, el sentido del fascismo, yo escribí en alemán: Nosotros estamos contra la vida cómoda
-Para el fascismo el mundo no es este mundo material, tal como aparece en la superfecie, y donde el hombre es un individuo separado de todos los demás y dejado a sus propios medios... El fascismo afirma el estado como la auténtica realidad del individuo.
-El pueblo es el cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu del pueblo. En la doctrina fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.
-Yo soy vuestro jefe y como tal estoy siempre dispuesto a asumir todas las responsabilidades. Hay que ser inflexible para consigo mismo, fieles a nuestro credo, a nuestra doctrina, a nuestro juramento, sin concesión alguna a las nostalgias del tiempo pasado o a las catastróficas anticipaciones del porvenir".
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